La enfermedad de Newcastle, es una enfermedad altamente contagiosa de las aves de corral domésticas y de otras especies de aves, considerada de gran importancia en todo el mundo. La enfermedad se ha vuelto enzoótica en muchas regiones del mundo y tiene un enorme impacto global en la industria avícola debido a las pérdidas de producción en caso de brote. Su aparición debe notificarse ante las autoridades competentes si se cumplen algunos criterios definidos de virulencia, y puede dar lugar a restricciones comerciales.
La enfermedad de Newcastle está causada por cepas de un serotipo denominado paramixovirus aviar-1 (APMV-1). Las cepas se clasifican en función de su virulencia en los siguientes patotipos: asintomático (infección entérica inaparente), lentógeno (infección respiratoria inaparente o leve), mesógeno (infección respiratoria con posibles signos neurológicos) y velógeno (síntomas respiratorios y nerviosos graves o signos gastrointestinales, que causan una elevada mortalidad).
El virus de la enfermedad de Newcastle se transmite por vía aérea, por contacto directo con las secreciones de las aves infectadas (heces o secreciones respiratorias) o por contacto indirecto a través de los piensos, el agua, la cama, el equipo o las personas contaminadas.
El virus puede ser destruido por los desinfectantes habituales, pero puede sobrevivir durante varias semanas en la materia orgánica.
¿Cuales son los Signos y Síntomas clínicos de la Enfermedad de Newcastle?
Los signos clínicos varían mucho y aparecen rápidamente tras la exposición al virus, y dependen del patotipo y de la edad, siendo las aves jóvenes las más susceptibles.
Los signos respiratorios van de leves a graves: hinchazón de los ojos, dificultad para respirar, tos y estertores, y pueden ir acompañados de signos nerviosos como temblores, aves que se mueven en círculos, parálisis y cuellos retorcidos. A menudo se observa una diarrea acuosa y verdosa. La mortalidad es variable, pero puede alcanzar el 100% en la enfermedad de Newcastle virulenta.
En las parvadas de ponedoras, la producción puede descender al 50% o menos. Los huevos pueden estar deformes y mostrar diferentes defectos en la cáscara (cáscara fina, rugosa, color pálido en los huevos marrones).
Las lesiones macroscópicas no son específicas de la enfermedad de Newcastle y dependen también de la cepa y del patotipo. La traqueítis, la neumonía y la aerosaculitis son las principales lesiones encontradas en el tracto respiratorio. Los virus de la enfermedad de Newcastle virulentos producen hemorragias en muchos órganos, normalmente en el intestino, las amígdalas cecales, el proventrículo (unión de la molleja) y los ovarios.
Diagnóstico Enfermedad de Newcastle en Aves
Dado que los signos clínicos y las lesiones macroscópicas no son patognomónicos y varían mucho según la cepa del virus, la sospecha de la enfermedad debe confirmarse mediante el aislamiento del virus en tejidos y frotis orofaríngeos o cloacales.
Actualmente, la RT-PCR se está convirtiendo en una prueba común y adecuada para el diagnóstico y la confirmación.
La serología (HI, ELISA) puede ayudar al diagnóstico, si se observa un aumento en las muestras de suero emparejadas. Estas técnicas tienen limitaciones para el diagnóstico: la mayoría de los kits ELISA disponibles no pueden diferenciar entre infección de campo y vacunación. Sin embargo, son útiles como herramienta de seguimiento para comprobar la respuesta a las vacunas.
Control y Vacunación contra la Enfermedad de Newcastle
No hay tratamiento para la enfermedad de Newcastle: es esencial una bioseguridad estricta para evitar la introducción del virus. Cuando la enfermedad aparece en una zona donde no es enzoótica, la erradicación mediante el sacrificio sanitario es la principal estrategia de control en muchos países.
Existen diferentes tipos de vacunas contra la Enfermedad de Newcastle:
– Vacunas vivas atenuadas: lentogénicas (por ejemplo, Hitchner B-1, La Sota, VG/GA…) o mesogénicas (por ejemplo, Roakin). Pueden utilizarse por vacunación masiva (agua potable, spray) o individualmente (colirio).
– Vacunas inactivadas: se utilizan habitualmente después de las vacunas vivas para reforzar y prolongar la protección, pero también en combinación con las vacunas vivas desde una edad temprana en las zonas endémicas.
– Vacunas recombinantes a base de HVT: pueden administrarse el día de la eclosión, pero se necesitan unas 4 semanas para desarrollar una inmunidad significativa. En zonas de alto desafío de ND, se requieren vacunas vivas adicionales para una protección adecuada.
Los programas de vacunación contra la enfermedad de Newcastle deben adaptarse a las condiciones del campo y del desafío. Cuando el riesgo de infección por ND es significativo, se pueden administrar vacunas vivas a intervalos regulares en la producción para mantener la inmunidad.
Hay que tener en cuenta que las vacunas proporcionan protección contra los signos clínicos y minimizan las pérdidas, pero no protegen contra la infección o la eliminación del virus. El fracaso de la vacuna suele ser consecuencia de una administración incorrecta que hace que un porcentaje importante de la parvada no esté inmunizada.
Referencias
MSD Animal Health Belgium, imagen de un ave con el cuello torcido (signo típico de la enfermedad de Newcastle)
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